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viernes, 24 de julio de 2015

LA CONCIENCIA DEL CORAZÓN




LA CONSCIENCIA DEL CORAZÓN DE LA MEMORIA CELULAR A LA MENTE NO LOCAL 
Tomás Álvaro




¿Tenemos conexiones no locales con otras mentes y con el entorno? ¿Tiene el corazón capacidad para almacenar información? ¿De dónde saca el corazón su capacidad de amar? ¿Qué quiere decir que sentimos con el corazón? ¿Puede nuestro corazón comunicarse con otros? ¿Puede el corazón pensar?

1. La inteligencia del corazón

Toda cultura ancestral procedente de cualquier punto del planeta considera de forma invariable al corazón como fuente de sabiduría, conocimiento espiritual, pensamiento y emoción profundas. Ahora la ciencia moderna no quiere ser menos y viene a decirnos que existen evidencias que demuestran que esas verdades son algo más que simples metáforas.

La idea del corazón como una simple bomba impulsora está ya hoy completamente desfasada. El corazón se contrae en sístole pero también rota y produce una torsión de la estructura del miocardio que es debida a la despolarización coordinada de los cardiomiocitos, los cuales producen una corriente eléctrica detectable mediante el electrocardiograma y un campo magnético que se extiende por todo el cuerpo y fuera del mismo.

El vórtice de flujo que emana del ventrículo izquierdo es un ciclón portador de una onda térmica, una onda sonora, una onda de presión y un campo electromagnético, que hacen del corazón un generador de bioinformación. Debemos la comprensión del corazón como un órgano sensible a los trabajos de los doctores Gary Schwartz y Linda Russek que propusieron la hipótesis de la naturaleza infoenergética del corazón, esto es, una fuente de energía portadora de información (o lo que es lo mismo, memoria), comunicada por el corazón al resto del organismo en cada uno de sus latidos.

Si partimos de la base de que somos seres integrales, holísticos, y no el conjunto de las piezas de un reloj armado en forma de cuerpo humano, entonces que cada célula guarda su propia memoria celular como parte de un holograma integrado e inteligente, cae por su propio peso. Cada punto del holograma contiene la información completa que el organismo ha almacenado a base de conocimiento y experiencia. Cuando hablamos del organismo como un todo nos estamos refiriendo a un holograma constituido por varios cuerpos superpuestos, el físico, el energético, el emocional, el mental y el espiritual, información que se refleja en cada una de las células que lo constituyen y en el estado de salud y enfermedad del individuo. Cada célula es una pequeña batería que almacena su parte correspondiente de estructura física, de bioenergía, de memoria emocional y de campo de información mental.

La información genética reside en el material genético del núcleo celular. Dicha información está disponible de forma potencial en el campo energético celular, dispuesta a revelarse en el momento en que sea activada por el patrón vibratorio correspondiente. Esta información constituye la fuente de la memoria celular, almacenada en estos archivos biológicos que son nuestras células y tejidos. Su activación movilizará un tsunami de moléculas, neurotransmisores y hormonas que recrean el estado emocional o la sensación física asociada al estímulo inicial.

La neurocardiología nos explica que el corazón tiene su propio pequeño cerebro, de unas 50.000 neuronas, que le otorgan la capacidad de sentir y pensar de forma independiente, de procesar información y tomar decisiones desde el corazón, e incluso de mostrar un tipo de aprendizaje y de memoria. El corazón es realmente un sistema inteligente, además de ser una auténtica glándula hormonal, secretora de oxitocina, la hormona del amor; un campo emisor de energía e información electromagnética; y un emisor de señales determinantes de la experiencia emocional, la percepción y el funcionamiento cognitivo, además de la intuición.

La teoría de sistemas nos muestra como un sistema integrado da lugar a un orden emergente diferente a la suma de las partes que lo componen. En el cuerpo humano se produce una exacta representación de ese concepto, que resulta del acoplamiento del conjunto de órganos que lo componen. Cada uno de los órganos representa un oscilador biológico que marca su ritmo en la orquesta que produce la sinfonía de todo el organismo y basta con que un órgano desentone para que la composición pierda su armonía. Además del propio latido cardiaco, procesos rítmicos son el ritmo digestivo, respiratorio y hormonal, los patrones de tensión muscular, especialmente facial, la onda de líquido cefalorraquídeo o el funcionamiento de los centros cerebrales, como el tálamo o la epífisis. Cada órgano pone su nota en la melodía del organismo entero, pero el oscilador maestro que lleva la batuta es el corazón, que marca el ritmo de todos los miembros de la orquesta, convirtiéndose así en señal de identidad de cada persona, porque no hay dos corazones que canten la misma canción.

Así pues, en realidad el corazón actúa como una vibración palpitante y tierna que usa su energía para mecer las células de la sangre como si los brazos de una madre amorosa se tratara. El corazón posee su propio sistema nervioso intrínseco que representa la estación central de control del funcionamiento de todo el cuerpo y este pequeño cerebro está compuesto por una jerarquía neuronal cuyo funcionamiento se atiene a las leyes del caos, en ausencia de una causa obvia conocida que determine su efecto, mostrando por tanto propiedades emergentes.

2. ¿Corazón… o cerebro?

El hilo de nuestra vida se ancla en el centro de nuestro ser, por eso es allí donde se encuentra nuestro corazón, en el centro, como un Sol en su sistema, lleno de voluntad y poder, infatigable, irradiando su calor hasta los confines de su sistema, a través de los rayos de la red vascular. Pero vayamos por partes y ordenemos las piezas. Si el corazón dirige la sinfonía de la vida, ¿¿Dónde guarda su batuta? Y si el cerebro baila al son, ¿Cómo recoge el abrazo del corazón?

Embriológicamente el corazón vino primero. Hacia el día 20 de gestación, en unas pocas horas, un pequeño acúmulo de células comienza a batir al unísono y establece el que será el ritmo de nuestra vida que resonará ya sin parar hasta el mismo momento de nuestra muerte. Haciendo números, tu corazón late más de cien mil veces al día; impulsa unos 7 litros de sangre por minuto, o sea más de 400 litros por hora, y lanza su potencia sobre una red vascular de miles de kilómetros. Su fuerza eléctrica es 60 veces más poderosa que la del cerebro, y su potencia magnética puede medirse a más de cinco metros, y es cinco mil veces mayor que el órgano que le sigue a continuación, el cerebro. Ello hace del corazón el oscilador maestro, tal y como se han encargado de demostrar los investigadores del Hearth Math Institute, estudiando su efecto armonizador sobre el tallo cerebral y el resto de órganos del cuerpo. Su sensibilidad inmediata a las emociones es bien conocida por todos nosotros, reaccionando ante un susto, un acceso de rabia o un abrazo delicioso, así como sus cambios inmediatos ante un sentimiento de empatía o amor incondicional.

La ciencia ha demostrado que es posible registrar el electrocardiograma de una persona en el encefalograma de otra, siempre que esas dos personas estén en cercanía próxima y sobre todo si se encuentran en contacto físico. Además el estado emocional de la persona se refleja en el campo electromagnético generado por el corazón y los campos de muy baja frecuencia similares al campo electromagnético cardiaco, son capaces de afectar los tejidos vivos en condiciones de laboratorio, de cambiar la estructura molecular del agua o de producir cambios conformacionales en el ADN. Es decir, que los campos electromagnéticos son detectables por los sistemas biológicos a nivel celular. Y el contacto físico juega un importante papel a la hora de facilitar el intercambio de energía, como ocurre al darnos un abrazo. Una auténtica maravilla ocurre cuando un corazón se sitúa junto a otro y ambos sintonizan y acaban latiendo a la vez y compartiendo su ritmo. Por eso el corazón del abuelo ordena el patrón rítmico del nieto, o la madre el de su hijo, o la pareja de enamorados tiende al unísono. Y si se colocan varios corazones juntos también llegarán a compartir el ritmo, como le pasa a los músicos de una orquesta. La sincronización entre corazones nos habla de su poder de adaptación y de resonancia con el ritmo más armónico, lo que establece las bases de la relación del terapeuta con su paciente. Nuestras emociones tienen la capacidad de contagiar a aquellos que se encuentran en nuestra cercanía, y las emociones de los demás nos afectan a nosotros mismos. Muchas técnicas de sanación se basan en un intercambio de energía de algún tipo entre las personas. El corazón es el principal candidato como fuente de esa energía electromagnética cuando las personas se tocan o se encuentran cerca (sin embargo en el caso de la sanación a distancia, la energía ha de tener otras características, pero esto lo veremos más adelante).

El corazón gobierna el flujo de energía de todo el organismo, es el emperador del cuerpo humano y todos los órganos son sus subordinados. Su energía se refleja en el brillo de los ojos y en el calor de las caricias y su actividad influye sobre el tallo cerebral y los automatismos vitales, el sistema límbico y sus emociones, el sistema inmune y su función defensiva o la capacidad de aprendizaje y de memoria. Todo ello ha sido probado científicamente. Pero por lo mismo, la alteración de su ritmo coherente produce numerosos cambios en el organismo, incluyendo un importante deterioro de la capacidad cognitiva o un incremento del riesgo de demencia y enfermedad de Alzheimer. Y existe una asociación bien documentada entre desórdenes afectivos como la ansiedad o la depresión y la enfermedad cardiovascular. El aislamiento social induce cambios de comportamiento, cardiacos y alteraciones del sistema nervioso autónomo. En esa conexión cerebro-corazón, el corazón envía más señales al cerebro que el cerebro al corazón. Esas señales tienen un efecto significativo sobre el funcionamiento cerebral, afectando la atención, la percepción, la memoria y hasta la capacidad de resolución de problemas. Diferentes patrones de actividad cardiaca tienen distintos efectos sobre la función emocional y cognitiva cerebral. Durante el estrés y las emociones negativas el patrón del ritmo cardiaco se desordena. Entonces su señal sobre el cerebro inhibe la función cognitiva, lo cual limita la capacidad de pensar con claridad, recordar, aprender, razonar y tomar decisiones, propiciando en cambio los actos impulsivos e imprudentes que se toman bajo el efecto del estrés o de la agresividad. Los patrones estables y coherentes facilitan la función cognitiva y refuerzan los sentimientos positivos y la estabilidad emocional. Es decir, que el patrón de ritmo cardiaco no solo produce beneficios sobre el funcionamiento de los órganos y sistemas biológicos, sino que además afecta la percepción, el pensamiento, el sentimiento y la función mental.

Y ahora vamos intuyendo como se construye la red de comunicación que une cuerpo, emoción, mente y espíritu. Realmente la consciencia emerge de la función conjunta de cerebro y corazón. Pero el corazón tiene su pequeño propio cerebro, y es un órgano sensorial y un sofisticado centro de recepción y procesamiento de información. El cerebro del corazón tiene capacidad de aprendizaje, memoria y toma de decisiones de forma independiente del cortex cerebral. El patrón de información propio de cada estado emocional es comunicado a cada célula del cuerpo a través del campo electromagnético cardiaco, que actúa como una onda portadora de información. Informar es dar forma a la actividad y la función de todos los órganos del cuerpo y las ondas de energía portan patrones de organización de forma y función, de salud y enfermedad, de pensamiento y emoción, y todo ello empaquetado en una sola onda: la onda bioenergética y amorosa que parte de cada latido del corazón.
Y estamos ya preparados para desgranar los detalles de la coherencia cardiaca, la coherencia mental y la coherencia vital, para comprobar entonces que nos encontramos en el borde de un precipicio donde se acaba el terreno conocido de la materia y la percepción, que nos invita a saltar hacia unas ondas más sutiles, volar desde la materia densa a la energía vibrante e inasible de la onda translúcida de la información y la todavía más transparente y emergente onda de la consciencia.

El contacto físico juega un importante papel a la hora de facilitar el intercambio de energía, como ocurre al darnos un abrazo.

3. El sistema nervioso autónomo vegetativo

El organismo no es la suma de una multitud de procesos unitarios, sino una unidad global vibrando al unísono desde lo más periférico a lo más central y viceversa. Hace mucho tiempo que los investigadores descubrieron que el sistema nervioso central (SNC) regula el funcionamiento del corazón. Y ya Darwin reconoció al corazón y al cerebro como los dos órganos más importantes, así como su acción y reacción mutua a través del nerviopneumogástrico, también conocido como nervio vago. Luego vino el reconocimiento del sistema nervioso autónomo (SNA), conformado por dos fuerzas de significado opuesto, el simpático y el parasimpático, que actúan sobre diferentes órganos. Y más tarde se reconoció la existencia de circuitos bidireccionales entre los órganos periféricos y las estructuras cerebrales, cerrando el círculo sobre el punto inicial.

Debemos contar algo del SNA para poder entender lo que viene después. Es el sistema que recoge la información de las vísceras y en principio es involuntario, aunque ya veremos que esto es relativo. Sus principales centros de comando se encuentran sobre la médula espinal, el tallo cerebral y el hipotálamo, desde donde conduce las órdenes del SNC hasta los órganos periféricos. Entre sus funciones se cuenta el control de la frecuencia cardiaca y la fuerza de la contracción. De sus dos ramas, el sistema nervioso simpático (SNS), a través de la noradrenalina, está implicado en actividades que suponen un gasto energético, mientras que su contrapartida la constituye el sistema nervioso parasimpático (SNPS), a través de la acetilcolina, encargada de conservar energía. Ambos sistemas mantienen un fino equilibrio que permite los ajustes de la vida diaria, desde que nos levantamos de la cama por la mañana y nos baja la sangre a los pies, hasta la activación muscular, respiratoria y cardiaca que nos permiten alcanzar el autobús que se nos escapa.

Los ejercicios de respiración armonizan el SNA. Y la generación de emociones y pensamientos felices y agradables conducen al equilibrio entre SNS y SNPS, así como el entrenamiento con técnicas de relajación o meditación. Es precisamente este equilibrio el que facilitará una función cardiaca armónica. Pero además, y aquí viene lo bueno, las emociones primarias están relacionadas con la función autonómica, y la función del SNA está relacionada con el comportamiento. Es decir, que el SNA aporta el substrato neurofisiológico de los estados emocionales y afectivos.

El abrazo armónico entre corazón y cerebro genera ese estado de bienestar propicio a la maravilla del amar y ser amado

4. Variabilidad de la frecuencia cardiaca

Nuestro corazón no funciona como un reloj… afortunadamente! En el corazón sano el intervalo entre dos latidos cardiacos no dura siempre igual. Como en las notas musicales, es el silencio entre dos latidos del corazón el que marca el ritmo de su canción. Las diferencias entre sucesivos latidos producen los cambios de ritmo cardiovascular, que constituyen patrones de repetición, la señal de identidad de cada corazón. La variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC) viene dada por el SNA, a través del SNS que actúa como acelerador de la frecuencia cardiaca y el SNPS (el vago) que actúa como freno. El parasimpático aumenta la duración entre intervalos, mientras que el simpático acelera el corazón y por tanto disminuye dicha duración. La VFC es un indicador de salud y del estado de forma física, reflejando nuestra capacidad de adaptarnos eficazmente a los estímulos del entorno, además de constituir un predictor de primer orden del estado de salud y enfermedad, desde enfermedades cardiovasculares hasta metabólicas.

La irregularidad de la longitud de los ciclos cardíacos no solo refleja la habilidad del sistema cardiovascular para adaptarse a las diferentes situaciones cotidianas sino también cuanto la persona se ama a sí misma. Al respirar de forma lenta o agitada, ante un sobresalto o la impresión repentina causada por el miedo, todos ellos constituyen estímulos que nuestro hipotálamo recoge y envía a través del SNA hasta concretarse en nuestra VFC. Como el sistema es tierno y flexible, su capacidad de jugar, de subir y de bajar, es tal que la VFC es continuamente cambiante y flexible en cada momento de la vida. En especial la respiración, cuando se hace rítmica, comparte su vibración con el corazón, produciéndose un estrecho abrazo entre los dos. Esto es lo que ocurre al impartir un tono rítmico a la respiración, como sucede en la relajación, la meditación o simplemente al recitar textos religiosos o mantras, en que el parasimpático ofrece su lento canto en la espiración y el simpático acelera la marcha en la inspiración. Existe mayor VFC en individuos más impulsivos y menor cuando se hacen trabajos de atención mental, con estabilización del latido cardiaco durante tareas que requieren demanda de atención. Pero con el envejecimiento, la inflamación o la enfermedad cardiovascular, la estructura se oxida y la VFC se va haciendo rígida y monótona, sin posibilidad de adaptación, hasta hacerse una caricatura seria y severa de lo que fue.

A través de la VFC es posible monitorizar los diferentes patrones rítmicos cardiacos. Estos se corresponden con los correlatos fisiológicos de los diferentes estados emocionales y mentales del individuo. La dinámica de la variabilidad cardiaca es particularmente sensible a los cambios de estado emocional, de manera que emociones negativas y positivas pueden ser reconocidas a través de su patrón particular de VFC, independientemente de la frecuencia cardiaca. Emociones negativas como ira, frustración o ansiedad se acompañan de ritmos cardiacos desordenados que indican una escasa sincronización en el balance SNS/SNPS. Emociones positivas como agradecimiento, amor o compasión se asocian a patrones coherentes altamente ordenados.

5. Coherencia cardiaca

El latido cardíaco coherente marca el ritmo de funcionamiento de todos los procesos de la fisiología del organismo, como la respiración o la tensión arterial. El abrazo armónico entre corazón y cerebro genera ese estado de bienestar propicio a la maravilla del amar y ser amado, o simplemente sentirse bien. Es unir la energía de la tierra con la del cielo, y encontrarse en el medio en ese potente nudo de marinero, que se encarna en el músculo cardiaco y reparte energía, sonido, vibración y luz gratis para todo el organismo. Gratitud hasta el punto de darlo todo y no quedarse con nada. Gratuidad hasta vaciarse del todo en cada latido, tal vez al comprender que sin su entrega total sus días o sus horas estarían contadas. Es de esa entrega generosa precisamente de donde nace su máxima potencia, es la entrega en cada latido del momento presente, el único instante existente en el universo del tiempo.

Para desentrañar el proceso de la coherencia, si desarmamos la maquinaria comprobaremos como el tallo cerebral, nuestro cerebro reptil, asiento de automatismos e instintos, vibra de manera armónica en estado de coherencia con el cerebro emocional, nuestro sistema límbico o cerebro mamífero, que no pierde el compás del baile con el córtex cerebral o cerebro humano en dicha situación. Pero si profundizamos un poco más y seguimos desarmando el mecanismo veremos como el latido del tallo cerebral baila a su vez con la armonía que recibe de esa vibración electromagnética cinco mil veces más potente que la cerebral: el motor cardíaco, la fuerza electromagnética más potente del organismo.

El tipo de funcionamiento fisiológico que se asocia a la experiencia de emoción positiva se conoce como coherencia fisiológica. En ella se producen una serie de fenómenos relacionados, en que los diferentes subsistemas del cuerpo se sincronizan y resuenan de forma armónica básicamente a través de un aumento de sincronía entre las dos ramas del SNA, el simpático y el parasimpático. Este modo de funcionamiento se refleja en el corazón a través de la coherencia cardiaca, un patrón suave en forma de ondas que suben y bajan de manera armónica en el rango de baja frecuencia del espectro de VFC. Fisiológicamente esto se traduce en una serie de beneficios para el sistema que incluyen un aumento en el nivel de eficiencia energética del sistema, así como aumento de la estabilidad emocional y mejor función cognitiva.

Aunque la coherencia fisiológica es un estado natural que puede ocurrir de forma espontánea , asociada a estados emocionales positivos o durante el sueño, lo cierto es que es rara la observación de episodios espontáneos sostenidos. Diversos métodos respiratorios rítmicos pueden inducir coherencia, pero el mantenimiento de ritmos respiratorios profundos y estables más allá de un minuto es difícil para la mayoría de las personas. Sin embargo es posible conseguir periodos prolongados de coherencia induciendo activamente estados emocionales positivos, que consiguen de forma natural la emergencia de un estado de coherencia fisiológica. Al enfocar la atención sobre el corazón, o la zona del pecho y generar de forma intencional una emoción positiva, de agradecimiento o amor, entonces la VFC se hace más ordenada y coherente. Esto es especialmente interesante en la relación entre terapeuta y paciente y justifica la necesaria alineación que muchas técnicas de sanación prescriben a sus practicantes antes de tomar contacto con el paciente, preparando el camino a un intercambio de energía positivo que facilite la sanación. Al adoptar una actitud sincera de cuidado y de curación, de compasión y amor incondicional, el terapeuta incrementa el nivel de coherencia de su campo cardiaco que intenta transmitir a cada célula del cuerpo de su paciente.

La pérdida de equilibrio armónico y de la coherencia cardiaca se traduce ipso facto en la disociación del estado fisiológico entre corazón y cerebro, con caída de potencia energética, inestabilidad emocional y desequilibrio mental, al desplazar su efecto sobre el tronco cerebral y de ahí al sistema límbico y al córtex cerebral. Y el efecto continuará su camino a través de hormonas y neurotransmisores que regarán ahora al azar y a destiempo células y órganos, y el SNA producirá un funcionamiento caótico sobre lo que antes fue una ordenada orquesta de aprendizaje vital.

El ritmo cardiaco vehicula a nivel fisiológico eficiencia y armonía a los órganos del cuerpo, y a nivel psicológico una reducción del diálogo interno y percepción de estrés, un aumento en el control emocional y un aumento en la claridad mental, y discernimiento intuitivo. Es decir, la coherencia psicofisiológica facilita la función de la consciencia. Emociones positivas mantenidas producen coherencia psicofisioógica y sincronización entre el corazón y el cerebro, que se asocian a mayor estabilidad emocional y conexión espiritual. Y permite el insight para encontrar la solución al problema, una creatividad plena y fluida, armonía interna, y conectividad a otras personas y al universo entero desde los aspectos más elevados de uno mismo. Son esos momentos mágicos de claridad mental e intuición, sentimientos de amor, agradecimiento, compasión, tolerancia y perdón, los que frecuentemente se asocian a experiencias transpersonales y constituyen las claves de la espiritualidad y la consciencia.

Vivir en coherencia quiere decir tener la capacidad de escoger lo bueno de cada momento, orientarse hacia lo bello que cada situación encierra y captar lo verdadero del mensaje que la vida nos está ofreciendo. Vivir en coherencia es tan fisiológico como el acto de caminar de manera armónica o de respirar de forma fluida. Vivir en coherencia quiere decir ser capaz de percibir el entorno, sentir su significado y encontrar la forma de responder al mensaje. En definitiva, la coherencia psicofisiológica es el correlato interno de la experiencia espiritual. Es la coordinación que consigue alinear el sentir con el pensar y el actuar. Es la integración acumulan los recuerdos que permite el estado de salud pleno en todas sus facetas. Es el equilibrio mente/corazón, que a la vez que sube el corazón a la cabeza para conseguir un pensamiento amoroso, baja el cerebro al corazón para dotarlo de un amor inteligente.

6. La memoria celular

Algunos investigadores han tratado de encontrar sentido al canibalismo humano en la posible creencia de que la sabiduría u otras capacidades de la persona pudieran ser transmitidas a través de la ingestión de algunos de sus órganos. Curiosamente los antropólogos han mostrado que el impresionante desarrollo del intelecto del Homo Sapiens hace 800.000 años coincide con la instauración de estas prácticas, y hoy día, varias universidades han mostrado que algunos animales, desde gusanos hasta roedores, son capaces de adquirir moléculas de la memoria tras la ingesta de sus congéneres con ciertos aprendizajes. El ser humano no se queda atrás, e ingiere diferentes órganos animales con la intención de adquirir longevidad o capacidad sexual, valor o cualquier otra propiedad atribuida al fiero o al viril animal. Tras cientos de estudios fisiológicos y muchos cerebros brillantes poniendo todo su empeño, a día de hoy desconocemos en qué zona del cerebro se acumulan los recuerdos. Ciertamente se han identificado estructuras que participan en el proceso, fundamentalmente hipocampo, tálamo y lóbulo temporal, pero no parece existir un disco duro que almacene el material para recordar. La doctora Candace Pert, autora de Moléculas de Emoción, ha llegado a la conclusión de que es inútil establecer una distinción entre el cerebro y el cuerpo a este respecto, porque todas las células del organismo se comunican a través de unas pequeñas moléculas conocidas como neuropéptidos, contrapartida bioquímica de la memoria, la emoción y el pensamiento, una especie de sistema de información integrado mediante el cual cada órgano o célula del organismo conoce qué es lo que está pasando en el resto. En el cerebro hay más de 60 neuropéptidos, como las famosas endorfinas, que permiten la comunicación intercelular, el envío de mensajes del cerebro a las células del resto del cuerpo, y del cuerpo al cerebro. Propongo al lector que suponga solo por un momento que el cerebro no sea el único lugar donde queden ancladas nuestras memorias. Planteemos la posibilidad de que nuestra historia personal, nuestro aprendizaje cultural y nuestra carga ancestral hayan sido conducidos desde los órganos de la percepción, la emoción y el pensamiento, esto es, desde el cerebro reptil, mamífero y humano, hasta cada célula de nuestro cuerpo. Supongamos que las moléculas de la información de nuestros sistemas fisiológicos de equilibrio u homeostasis, los sistemas nervioso, endocrino e inmune, hayan encarnado nuestras vivencias en la configuración de receptores de membrana y en la activación epigenética de cada una de nuestras células, constituyendo una auténtica red psicosomática engarzada estrechamente en todos los órganos del cuerpo. Supongamos que esos patrones de creencias y experiencias, conscientes e inconscientes, se encuentran almacenados en cada una de nuestras células, que como símbolos del tiempo, acumulan dicha información. Pues bien, a esto llamaremos “la memoria celular”.

La memoria es la impresión que produce cada vivencia en cada uno de los niveles del ser: material, como en los músculos o las moléculas; energético, como el patrón de vibración neuronal; informacional, como el significado del recuerdo de aquella experiencia; y de conciencia, al extraer el sentido profundo de la experiencia. La rememoración del recuerdo activa determinado patrón neurobiológico y su correspondiente acción fisiológica, viva en todo el organismo, no solo en el cerebro. El recuerdo se enmarca dentro de una composición química molecular y un patrón de vibración electromagnético. Visto así estaríamos concibiendo nuestro organismo como un ente holográfico. Un holograma inteligente que almacena nuestra experiencia global y holística en cada una de sus células. La impronta electromagnética de cada vivencia deja su sello energético en cada tejido, órgano y célula, que cuenta con los mecanismos adecuados para recoger dicha información, en realidad haces de luz y sonido que impactan sobre los átomos de nuestra constitución. Y es así como toda esa información física, emocional, mental y espiritual queda embebida dentro del holograma de nuestro ser. Una condensación energética que vemos y tocamos en nuestro cuerpo físico denso que no es otra cosa que el reflejo de nuestro cuerpo energético vibrante cual nota musical resonando en el universo. La matriz extracelular o sistema de Pischinger es el nexo de unión entre todas las células de un órgano o todos los tejidos del organismo. Las células eliminan sus desechos tóxicos a dicha matriz y recogen de allí nutrientes, moléculas y estímulos nerviosos. Pero si nos elevamos del nivel de la materia y vibramos en el de la energía, las células recogen experiencias, vivencias y creencias en código vibracional, se alimentan de emociones y pensamientos, inasibles e invisibles, y una vez que estos son descartados y reemplazados en el proceso de aprendizaje que es la vida, son desechados a esa otra matriz más sutil, etérica, que tanto nutre como elimina los desechos de la función vibracional celular. Y vamos contemplando ya el mapa del campo energético, portador de la vibración que llamamos memoria. Para la medicina oriental, cada órgano o glándula resuena con una o más emociones, uno o más patrones energéticos e informacionales característicos. Por eso, un trauma emocional determinado produce un desequilibrio en un órgano o glándula concreto, especialmente receptivo, y entonces cada patrón de toxicidad emocional se asocia a determinada patología, como la ira al hígado o el miedo a los huesos. Para Gary Schwartz, los órganos almacenan energía e información de la misma forma que lo hacen una fruta, un vegetal o cualquier otro ente. Esa infoenergía almacena información física, mental, emocional y espiritual, que recoge toda la experiencia e historia individual, la información genética propia y hasta la herencia ancestral de generaciones pasadas. Nada de lo que experimentamos escapa de quedar grabado y encarnado en cada una de nuestras células y tejidos, constituyéndose así el holograma celular. La suma de memorias celulares individuales conforma la base de datos o archivos de información que almacena nuestras experiencias, dispuestas a ser recuperadas con el estímulo adecuado. Eso es lo que somos, de ahí procede nuestra forma de pensar y esta es nuestra herramienta de interacción con el mundo y con los demás.

7. Trasplante de corazón: ¿un trasplante de memorias?

Una niña sueña con el asesino de su donante y ayuda a la policía a su identificación y captura… una mujer empieza a interesarse en el sexo tras recibir el corazón de una prostituta… un repentino cambio de interés de la música clásica al rock duro tras recibir el corazón de un rockero… un cambio de dieta a los gustos del donante… un cambio violento de carácter tras recibir el corazón de un pandillero agresivo… la aparición de sueños aterradores tras recibir el corazón de un suicida… una lesbiana carnívora que se casa con un hombre y se hace vegetariana tras su trasplante procedente de una vegetariana heterosexual… la adquisición de habilidades pictóricas tras recibir el corazón de un pintor… una bailarina adopta andares de hombre y nuevas relaciones interpersonales al estilo de su donante… un niño cambia repentinamente su gusto por nadar al recibir el corazón de una niña ahogada… y así muchos cientos de casos.

Hace ya cuarenta años que historias como estas se repiten una tras otra en pacientes trasplantados. La aparición de nuevas preferencias, gustos, habilidades, aversiones y actitudes propias del donante y desconocidas antes en el receptor ha dado lugar a la sugerencia de que el órgano trasplantado pudiera contener memorias codificadas procedentes del donante que puedan liberarse en el receptor. Paul Pearsall es un psiconeuroinmunológo fallecido recientemente que se hizo famoso tras publicar, entre muchos otros, un libro titulado El código del corazón. Allí expuso sus investigaciones sobre la transferencia de memoria del donante al receptor a través de órganos trasplantados, especialmente el corazón. La conclusión de su estudio no pudo ser más sorprendente: las células de los tejidos vivos trasplantados almacenan memoria y guardan la capacidad de recordar. Según el Dr Pearsall nuestro cerebro piensa tanto que no escuchamos la sabiduría de nuestro corazón. Gary Schwartz y Linda Russek, autores de otro libro, La energía viviente del universo, están convencidos de que los sistemas corporales almacenan energía e información que puede liberarse de manera consciente o inconsciente en el receptor de órganos trasplantados. Bruce Lipton, autor de Biología de las creencias, afirma que las células poseen receptores capaces de captar información del exterior en forma de radiación electromagnética, algo parecido a lo que hacemos al conectarnos a Internet y bajar in- formación a nuestro ordenador. Numerosos científicos de renombre, escritos, películas y documentales aportan información y datos acerca de la extraña posibilidad de que cada célula del organismo sea capaz de almacenar memoria y recordarla.

El ser humano representa la encarnación del tiempo pasado y la historia vivida. Ya hemos visto como la energía y la información generadas reposan en el seno de la materia celular. La callada vibración de la memoria espera paciente la llamada de la consciencia que la haga emerger. Ontogenia y filogenia, la historia personal y ancestral, se acumulan en el estado de receptores de membrana celular y la configuración genética nuclear. La carga bioeléctrica y bioplásmica celular es la base de datos bioinformática que sostiene los patrones comprimidos en la memoria celular. Es como si los receptores de algunos trasplantes, especialmente sensibles, fueran capaces de conectar con algunos aspectos de la historia personal de sus respectivos donantes, de sintonizar con la información almacenada en la matriz extracelular etérica de los tejidos trasplantados.

El corazón puede vivir sin el cerebro, pero el cerebro no puede vivir sin el corazón. Y con el corazón se trasplanta su propio pequeño cerebro, que determinará el funcionamiento del gran cerebro del receptor. El fuego del corazón desprende chispas de alegría, por eso un trasplante es una transfusión de vida a nivel energético, magnético y emocional. Si el corazón es capaz de pensar, sentir y recordar ¿será verdad que puede también almacenar memorias e incluso transmitirlas?. Gary Schwartz y Linda Russek han sugerido que cuando se da el proceso de rechazo, quizás no sea únicamente a los aspectos tisulares, sino también a los aspectos energéticos e informacionales almacenados en las células del órgano trasplantado. Hemos visto como la energía y la carga informativa que transporta, pueden ser transmitidas electromagnéticamente. El corazón del donante puede enviar dicha información al cerebro del receptor. Y esa información no es otra cosa que la memoria celular almacenada en él. Energía, información, memoria y consciencia… y ¡ya tenemos la ecuación!

El sistema nervioso actúa como una antena con capacidad de sintonizar y responder al campo electromagnético producido por el corazón, no solo el nuestro, sino también el de otras personas y animales. Algunos pacientes trasplantados con la suficiente sensibilidad pueden experimentar cambios personales que se encuentran registrados en la historia de sus donantes. Si bien esto ha sido especialmente estudiado y registrado en pacientes con trasplantes de corazón, lo cierto es que también parece encontrarse en trasplantes de órganos periféricos como riñón, hígado y hasta la córnea. Los estudios sistemáticos realizados sobre trasplantados de corazón encuentran una media de entre dos y cinco de dichos cambios, referidos a gustos alimentarios, música, arte, conducta sexual, recreacional y preferencias profesionales.

Pongamos un poco en orden lo dicho hasta aquí, quizás todavía podamos avanzar un poco más. Todas las células tienen energía y todas contienen y comparten información. Cada célula, bañada en un mar de infoenergía, es una representación holográfica completa de nuestro organismo energético. El corazón es su principal generador y estación central de recogida y emisión de memoria celular. Nuestros órganos y nosotros mismos, no somos otra cosa que la representación física, encarnada, de un conjunto recuperado de memorias celulares. Si algunos individuos pueden sintonizar con esta información de manera espontánea, sin pretenderlo, y hacerla consciente, es muy posible que muchos más puedan ser capaces de hacerlo desde una actitud receptiva y abierta, y más aún si intentan conseguirlo activamente. O incluso sin trasplante! Tú, querido-a lector-a, cada uno de nosotros, sin necesidad de haber recibido un transplante de corazón, recuperamos cada día nuestras propias memorias celulares. Cuando somos amados recibimos un trasplante de energía y cuando amamos damos la energía de nuestro corazón. Al decir “te doy mi corazón” compartimos una impresión infoenergética, un patrón sutil almacenado en nuestras células correspondiente al mapa del amor que quizás se extienda mucho más allá de la metáfora.

Las plantas, los árboles, los animales y los humanos, todos comparten un sistema básico de funcionamiento celular, un funcionamiento energético que sirve de base a la información que acoge la memoria que determina la conciencia celular. En los centros especializados, la información del cerebro es más individual, mientras que la del corazón, la memoria celular de todo el organismo, constituye una representación más universal y arquetípica. Las memorias celulares tienen lugar en un nivel cuántico, no local, y el fenómeno postrasplante podría ser considerado como una especie de reencarnación, esto es, la transferencia de memorias y personalidad de un individuo a otro, posible incluso sin la necesidad de un intercambio de tejidos.

8. Intuición

La interacción entre el campo emocional de madre e hijo es esencial en el desarrollo del cerebro y el estado de salud de ambos. La consciencia colectiva del grupo es transmitida a cada uno de sus miembros a través de un campo energético de conexión socioemocional. La comunicación social no corresponde únicamente al intercambio de mensajes de tipo verbal o gestual corporal, sino que además se produce una auténtica comunicación energética que contribuye a la atracción o repulsión magnética entre individuos que todos tan bien conocemos, y que determinan los intercambios y las relaciones sociales. Ya hemos comentado la detección del electrocardiograma de una persona en el electroencefalograma de otra y la sincronización de ondas cerebrales de una persona con las del corazón de otra, lo cual ocurre más fácilmente cuando el ritmo cardiaco es coherente. El campo cardiaco afecta directamente la percepción de la intuición, captando información sutil, más allá de las fronteras del tiempo y el espacio, a través de la sintonía con el campo cuántico, que muestra que el corazón recibe información antes que el cerebro, incluso antes de que el evento suceda!! Quizás es a través de este campo de información como en estados normales o expandidos se puede acceder a estados de consciencia de totalidad. Decía Paul Pearsall que mientras que el cerebro piensa rápidamente y desde lo alto del cuerpo, identificando los límites, el corazón piensa lentamente y de forma conectiva, desde el centro de nuestro ser, reconociendo los límites como ilusiones de la conciencia. Los sistemas psicofisiológicos del cuerpo perciben la información generada por el efecto de la conciencia sobre el organismo. ¿Cómo recibe y procesa el organismo dicha información? Hoy sabemos por las investigaciones del Heart Math Institute que corazón y cerebro son capaces de captar y responder a la información intuitiva, pero sobre todo el corazón, que se adelanta al cerebro en esta tarea. Una vez más las investigaciones muestran que es el corazón el que modula los potenciales cerebrales que se generan en respuesta a los estímulos intuitivos percibidos. Es como si el corazón tuviera la capacidad de acceder a un campo de energía en donde reside la información de acontecimientos pasados, presentes y futuros, fuera de los códigos del tiempo y el espacio en cuyas coordenadas nos movemos habitualmente. Y el sistema nervioso actúa como una antena con capacidad de sintonizar y responder al campo electromagnético producido por el corazón, no solo el nuestro, sino también el de otras personas y animales. La habilidad de comunicación energética puede ser entrenada e incrementada de forma intencional, consiguiendo una comunicación más profunda a otros niveles, el no verbal, el de comprensión y la conexión interpersonal.

9. Mente no local

Ian Stevenson, un psiquiatra de la Universidad de Virginia que, como Pearsall, murió hace ahora un par de años, pasó los últimos 50 coleccionando testimonios de niños que recuerdan memorias de vidas pasadas. Su extraordinaria y paciente labor ha conseguido establecer una base sólida de estudio y de investigación en un campo tan misterioso como desconocido. Los niños describen vidas recientes, con un intervalo medio entre la muerte del individuo previo y el nacimiento del niño de unos 16 meses, la mayoría de los cuales recuerdan muertes violentas o accidentadas. Hasta la fecha se han investigado unos 2500 casos repartidos por todo el mundo, algunos de los cuales recuerdan también memorias de eventos acaecidos entre las dos vidas, como su propio funeral o acontecimientos familiares posteriores a su muerte-nacimiento. Ciertamente la perplejidad inicial ante las sorprendentes historias de estos niños va dejando paso a un cuerpo de evidencia sobre la supervivencia de la conciencia después de la muerte, evidencia de que memorias, emociones e incluso traumas físicos en forma de marcas de nacimiento, permanecen de una vida a otra a través de un mecanismo que hoy por hoy nos resulta completamente desconocido.

Pero lo que Stevenson ha demostrado desde un punto de vista empírico es que la mente puede existir separadamente del cuerpo físico y sobrevivir a la muerte. ¿Pero cómo? Si todavía hoy el proceso de la consciencia sigue siendo inexplicable para legos y expertos, ¿Cómo vamos a intentar comprender y estudiar las experiencias cercanas a la muerte, o la reencarnación? La cuestión de la vida después de la muerte sigue esperando mayor atención por parte de la ciencia, y quizás uno de los principales retos a los que la humanidad haya de responder.

Quizás si algún día el trasplante de cerebro resulta posible, de nuevo veremos este tipo de cambios de gustos y personalidad en el receptor, pero muy probablemente el mecanismo será el mismo que el ya descrito. El órgano del donante puede suministrar información al receptor a través de un mecanismo no local. El nexo entre donante y receptor podría ser el de la conciencia y no a través del tejido. Si la mente puede actuar independientemente del cerebro, también podría funcionar independientemente del resto de tejidos, incluyendo el corazón. Larry Dossey sugiere que quizás la conciencia del donante sintonice con la del receptor a través del mecanismo de la mente no local. En condiciones normales existen conexiones mentales no locales entre las mentes, especialmente en algunos tipos de interrelación como en el caso de las madres con sus hijos, de los enamorados, de los hermanos gemelos, o simplemente del perro que sabe cuándo vuelve su amo a casa antes de que abra la puerta. Para Doc Childre nuestro ADN es una antena capaz de sintonizar y de modular la información contenida en el vacío cuántico, un campo fuera del espacio-tiempo con capacidad de activar información epigenética dimensional que es transducida mediante una oleada de moléculas al organismo físico que lo encarna. Para Candace Pert, la mente no reside en el cerebro, sino que existe en todo el cuerpo. Ambos se comunican a través de las moléculas químicas que ella ha estudiado, los péptidos de la emoción, que se encuentran igual en el cerebro que en el estómago o en el músculo. Mi amigo más vegetariano está convencido de que lo mismo sucede con las moléculas de los alimentos, sean una planta o un animal, si bien los péptidos y hormonas del terror y el estrés de su muerte, corticoides y adrenalina, puedan ser parcialmente inactivados al cocinarlos. Rupert Sheldrake describe campos no físicos de información, que inciden sobre sistemas organizados capaces de descifrar su mensaje. Este es el mecanismo de funcionamiento del efecto no local del cuerpo, la mente y la consciencia. Religión y ciencia moderna, física cuántica y misticismo, el conocimiento ancestral de culturas milenarias y la neuroteología, todas ellas parecen ir convergiendo poco a poco hacia la concepción de un campo de información que conecta el mundo espiritual con nuestras propias consciencias.

Ciertamente, la sanación a distancia, la oración, la telepatía o la clarividencia no pueden ser explicados por la teoría electromagnética convencional. Necesariamente en estos procesos el mecanismo de transmisión de energía ha de ser de otra índole, más sutil. Los modelos propuestos hasta ahora recurren a la mente no local y suponen que un incremento en la coherencia de los campos electromagnéticos cardiacos pueden producir efectos no locales. El cerebro no es la mente. Lo que llamamos mente es en realidad una manifestación del flujo de energía que existe principalmente entre el corazón y el cerebro, en continuo desarrollo, influenciada por las interacciones con el mundo exterior e interior. Y a partir de ahí ya podemos recibir el regalo de la consciencia, esa emanación del cuerpo-mente conectada a una red no local. Y esto es lo que ocurre para Larry Dossey, que las conciencias del donante y receptor de un trasplante se unen permitiendo al último conectar a nivel no local con el primero, especialmente si el órgano trasplantado es el corazón, un órgano muy especial, con capacidad intuitiva, perceptiva, pensante y de conexión a nivel energético y no local.

Y entonces, ¿somos cuerpos con experiencias espirituales o espíritus encarnados?. La idea de que la materia produce la energía, está la información y esta la conciencia, se ajusta al camino de la evolución, aunque sea una evolución ampliada, que no solo incluya la biología sino también el espíritu, en busca de mayores niveles de conciencia, esa superconciencia que nos propusiera Teilhard de Chardin como noosfera, una colectividad armonizada de conciencias o punto omega. Pero el camino inverso, el de la involución, supone considerar que es la información el patrón de la forma y la estructura, y que es a través de la energía como se crea la materia. Esta es la alternativa a la memoria celular, la mente no local, que explica a la vez los fenómenos postransplante y la reencarnación, que implica la asunción que cada célula, tejido u órgano sirve como receptor de la información arquetípica ligada a la energía que contiene.

Quisiera acabar este escrito recordándote querido lector-a, la conveniencia de vivir desde el corazón. No podemos cabalgar nuestro corazón como un caballo desbocado en pos de metas imposibles. Pero si conducirlo con paso firme, con paciencia y serenidad, atentos y despiertos, como a lomos de un águila deslizándose por el cielo. Prestar atención al corazón no es una forma de hablar, hazlo físicamente, intencionalmente, céntrate en tu corazón a la hora de dar un abrazo, de mirar a los ojos o de superar una difícil situación. La inducción intencional de un estado emocional positivo, como puede ser el agradecimiento, aumentará tu coherencia cardiaca y armonizará el patrón de aferencia cardiaco hacia tus centros cognitivos y emocionales cerebrales. Y no solo eso… quizás consiga abrir un nuevo espacio de consciencia, allí donde una nueva luz ilumine el camino de regreso a ese paraíso perdido de donde nunca debimos salir.


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Tomás Álvaro: Doctor en medicina, especialista en el estudio del sistema inmune y sus tu- mores. Estudioso del campo de la Medicina energética y vibracional. Medicina sintergética. Licenciado en psicología clínica e interesado en el mundo de la psicología y la psicoterapia transpersonal. Científico e investigador del enfoque cuerpo-mente, de la psiconeuroinmunología y de una comprensión holística del ser humano.







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