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miércoles, 25 de septiembre de 2013

Sobre el tiempo, del Libro y Libro La Mirada Inocente de Jean Klein






Antes de decidir, convendría preguntarse sobre la naturaleza real del tiempo. Creemos pertenecer al tiempo, pero un examen más en profundidad nos muestra que no somos el tiempo. Ya se trate, en efecto, del tiempo exterior, mecánico, astronómico, o del sentimiento interior de la duración, el tiempo aparece como un objeto percibido. Sea cual fuere la unidad que se considere, del año al segundo, el tiempo objetivo corresponde de hecho al recorrido de un espacio, la revolución de nuestro planeta o la trayectoria de una aguja en una esfera. Tiempo y espacio son inseparables. El tiempo objetivo no tiene, pues, un carácter absoluto, no tiene realidad en sí, es correlativo al espacio. En cuanto al tiempo psicológico, la duración interior, sabemos bien que es esencialmente variable según las circunstancias y los individuos. Debemos constatar la relatividad de la noción de tiempo.

Si llevamos más lejos el análisis, deberemos admitir además que el tiempo, lejos de existir independientemente de nosotros, aparece como una categoría, una construcción de la mente humana. Sin la distinción entre pasado, presente y futuro no hay tiempo propiamente hablando. Ahora bien, esta distinción resulta artificial. En efecto, la conciencia y su objeto son uno y no puede haber más que un sólo objeto de conciencia a la vez. Por consiguiente, cuando pienso en el presente, no existen ni pasado ni futuro. Sucede lo mismo con cada uno de los otros dos términos: si pienso en el pasado, no hay ni presente ni futuro; si pienso en el futuro, no hay ni presente ni pasado. La ligazón entre estos tres términos, que constituye propiamente la definición de tiempo, no es más que una operación de la memoria. Sin memoria no hay tiempo. El tiempo no es más que memoria.


Pero el proceso intelectual de la memoria no es otra cosa que un objeto de la conciencia. En realidad, cualquiera que sea el contenido de la conciencia, un recuerdo, un proyecto, una percepción, éste contenido está siempre en el presente. Sólo el ahora existe. El único tiempo real es el presente que constituye nuestro eje; por consiguiente, el tiempo, en el sentido corriente del término, no existe. Pasado, presente y futuro pueden ser pensados, pero no pueden serlo más que en el presente. No hay, pues, realmente, pasado y por consiguiente, no hay memoria. Vivir en el presente no es pues un objetivo que deba ser alcanzado, es nuestra naturaleza misma. No somos nunca prisioneros del pasado sino únicamente de la creencia errónea de que ese pasado permanece presente. La cuestión del tiempo se desvanece cuando tomamos conciencia de nuestra dimensión auténtica, el presente eterno. No se trata de una simple concepción teórica sino de una experiencia que transmuta toda nuestra existencia.


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